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¿Qué significa recibir un diagnóstico?

6 de August de 2025

Soy María Beatriz Plaza, tengo 34 años y en mayo de 2024 me diagnosticaron cáncer de mama.

Todo comenzó cuando, por primera vez, decidí realizarme un examen preventivo, algo que había postergado por un año, a pesar de que la idea había cruzado por mi mente antes. Sin antecedentes familiares ni factores genéticos relacionados al cáncer de mama, parecía algo improbable. Sin embargo, creo firmemente que fue la intersección de Dios la que me llevó a tomar esta decisión. Todo se alineó: una promoción en redes sociales y contar con un seguro médico privado que hoy me permite acceder a un tratamiento tanto en Ecuador como en Estados Unidos, con una atención que agradezco profundamente.

Este diagnóstico me enseñó la importancia de los exámenes preventivos. Es necesario derribar el miedo, porque estos chequeos marcan la diferencia en el éxito del tratamiento. También debemos acabar con los mitos: el cáncer de mama no solo afecta a mujeres mayores, sino también a jóvenes menores de 40 años e incluso a hombres. El cáncer no debería ser un tabú. Hoy enfrentamos una falta de conocimiento, educación y redes de apoyo, algo que espero trabajar en el futuro. Las películas y series de televisión han distorsionado esta realidad, asociando el cáncer únicamente con muerte. Pero la detección temprana salva vidas. Es crucial educar a las nuevas generaciones sobre la autoexploración y los chequeos anuales.

Al recibir la noticia, viví una montaña rusa de emociones: shock, miedo y muchas dudas. Pero no había tiempo para quedarme en ese estado. El diagnóstico de cáncer puede tardar semanas entre resonancias, biopsias y otros estudios, pero es un proceso que exige actuar con rapidez. Tras algunas semanas, decidí compartir mi diagnóstico en redes sociales privadas cuando sentí que estaba lista. La respuesta fue abrumadora: una oleada de amor, oraciones y mensajes de apoyo que me recordaron que no estaba sola. Esa energía, esa red de apoyo, marcó la diferencia en mi tratamiento. Cada sesión de quimioterapia se convirtió en una reunión con amigos y familiares que aliviaba los efectos secundarios y reforzaba mi ánimo.

El cáncer ha sido un maestro en mi vida. Ha redefinido mis prioridades y, aunque pueda sonar egoísta, me ha enseñado a ponerme como mi prioridad. He aprendido que esta es una batalla que no se puede pelear sola. Me he permitido recibir ayuda, confiar en mi equipo médico, buscar terapia desde el inicio y prepararme para lo que estaba por venir. La resiliencia es clave, pero también lo es aceptar que, en los momentos más difíciles, otros pueden ser fuertes por nosotros. La actitud lo es todo. A pesar de los retos, he aprendido que cada día es una oportunidad para crecer, para valorar lo esencial y para seguir adelante con esperanza.

Autora:

María Beatriz Plaza

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